domingo, 14 de noviembre de 2010

Un eucalipto en Tazenakht

El que viaja por los altiplanos de África, por la infinitud del Sahel y de la sabana, siempre contempla el mismo y asombroso cuadro que no cesa de repetirse: en las inmensas extensiones de una tierra quemada por el sol y cubierta por la arena, en unas llanuras donde crece una hierba seca y amarillenta, y sólo de vez en cuando algún que otro arbusto seco y espinoso, cada cierto tiempo aparece, solitario, un árbol de copa ancha y ramificada. Su verdor es fresco y tupido y tan intenso que ya desde lejos forma, claramente visible en la línea del horizonte, una nítida mancha de espesura. Sus hojas, aunque en ninguna parte se percibe una sola brizna de viento, se mueven y despiden destellos de luz.
¿De dónde ha salido el árbol en este muerto paisaje lunar?
¿Por qué precisamente en este lugar?
¿Por qué uno solo?
¿De dónde saca la savia?
A veces, tenemos que recorrer muchos kilómetros antes de toparnos con otro."

En África, a la sombra de un árbol. Ébano,1998. Ryszard Kapuscinski.


¡Qué acertada descripción la que hace Kapuscinski¡
Me hace retroceder a aquel viaje que hicimos a Marruecos en 1998, y allí, en la árida y extenuante cubeta precámbrica de Tazenakht, camino de Taroudant, en una carretera que se nos antojaba infinita, allí donde el camión que venía de frente no se quería apartar hasta el último momento y veíamos peligrar nuestras vidas, allí estaba aquel árbol solitario.Este era un eucalipto, arrimado a la carretera, único y ermitaño, sombra y alegría en un paisaje desértico y estepario, donde a veces veíamos a un burro amarrado a su sombra esperando a que volviese su dueño, para llevarlo hasta cualquier lejano agadir en las montañas del Atlas marroquí.

Nos surgen las mismas preguntas que se hace el autor de Ébano.

Y siente uno un especial afecto por este ser de origen australiano, que allí crece para el amparo de los bereberes y sus animales frente al duro paisaje de la naturaleza de este continente.Por eso no venían a cuento nuestras diminutas e insulares anécdotas atlánticas sobre el supuesto daño que estos árboles hacen en el ecosistema insular contadas a unos atónitos marroquíes que no podían ver como un extraño a aquella bendición de Alá para su paisaje.

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